La piel es el órgano más extenso y expuesto de nuestro organismo, y por lo tanto es donde se manifiestan los signos más visibles de envejecimiento.
Cuando pensamos en los cambios que supone el paso de los años, lo primero que visualizamos es una piel con arrugas y flácida; y aunque esto es cierto, no es lo único, ya que existen otros signos importantes que nos denotan no solo la edad sino el estilo de vida y la falta de cuidados o de atención que hayamos prestado a nuestra piel, desde edades tempranas.
CAPAS DE LA PIEL
Podemos distinguir tres capas:
- Epidermis: Es la capa más externa de la piel y a su vez en ella se diferencian 5 subcapas o estratos, que de dentro afuera son: basal, espinoso, granuloso, lúcido y córneo. Contiene las células cutáneas (melanocitos, queratinocitos, corneocitos, células Langerhans, células Merkel), el pigmento natural (melanina) y las proteínas estructurales (fibras de colágeno y elastina) que forman parte del tejido conectivo de la epidermis.
- Dermis: Es la capa intermedia de la piel y a su vez en ella se pueden distinguir 2 subcapas (dermis papilar o externa y dermis reticular o interna). Contiene los vasos sanguíneos, nervios, folículos pilosos y glándulas sebáceas. La dermis está directamente conectada con la epidermis, y es la encargada de suministrarle oxígeno y nutrientes. Además, está compuesta aproximadamente en un 95% de colágeno (para darle fortaleza y firmeza) y un 3% de elastina (para darle elasticidad), proteínas estructurales que constituyen el tejido conectivo, que a su vez actúa como un colchón de apoyo para la epidermis.
- Tejido subcutáneo: Es la capa interna que se dispone por debajo de la dermis. Contiene las glándulas sudoríparas, algunos folículos pilosos, vasos sanguíneos y grasa. En esta capa también nos encontramos con fibras de colágeno y de elastina, que le proporcionan flexibilidad.
TIPOS DE PIEL
Existen 4 tipos básicos de piel que vienen determinados principalmente por factores genéticos, aunque el estado y los cambios que se vayan produciendo en cada uno de ellos dependerá a su vez de factores intrínsecos (tipo de piel, edad, cambios hormonales, enfermedades, etc.) y extrínsecos (exposición solar, tabaco, alcohol, estrés emocional, nutrición, cuidados deficientes, etc.).
Piel normal
Es aquella piel equilibrada, ni demasiado seca ni demasiado grasa, en la cual el sebo y la hidratación están en equilibrio. Este tipo de piel presenta poros finos, ausencia de impurezas, textura suave y lisa, buena circulación sanguínea, poca sensibilidad y color rosado y uniforme.
Piel seca
Es aquella que produce menos cantidad de sebo que la piel normal, y como consecuencia de ello va a carecer de los lípidos que necesita para retener humedad y formar un escudo protector frente a influencias externas. Suele ser una piel sensible que se enrojece e irrita con gran facilidad, y dependiendo del grado de severidad presentará una mayor o menor tirantez, aspecto apagado, picor, descamación y fragilidad por la pérdida de fibras de elastina.
Durante el propio proceso de envejecimiento todos los tipos de pieles se van deshidratando y se vuelven más secas.
Piel grasa
Es un tipo de piel que se caracteriza por tener una elevada producción de sebo o “seborrea”. Presenta poros agrandados y visibles, brillo constante, piel gruesa e irregular, con mayor tendencia a presentar impurezas (comedones blancos y negros) y acné, en zonas localizadas o en todo el rostro, e incluso en zonas corporales cuando se trata de casos severos.
Piel mixta
Es un tipo de piel donde la zona T es grasa (frente, nariz y mentón) y la de mejillas entre normal y seca. Las partes más grasas se deben a una hiperproducción de sebo, con poros agrandados y con algunas impurezas; mientras que las partes más secas tienen un déficit de lípidos con poros más pequeños.