Es un láser de diodo que emite un haz de luz no coherente a una longitud de onda entre 800 y 810 nm, que se desplaza en una única dirección en línea recta y que se absorbe con mayor precisión por la melanina o pigmento natural presente en el bulbo piloso y en la piel.
A esta longitud de onda concreta la melanina del bulbo piloso absorbe de manera más específica la luz del láser, la convierte en calor y la transmite hasta el folículo piloso de manera que al alcanzar los 75ºC de temperatura éste sufre un daño irreversible que le impide crecer de nuevo.
En cada sesión se eliminan sólo los pelos que se encuentren en fase de crecimiento o anágeno, ya que el tallo del pelo es el que conduce la energía hasta el folículo para ser destruido. En el caso de los folículos que estén en fase de reposo no tienen un tallo de pelo y por lo tanto no pueden ser destruidos en ese momento mediante la luz del láser, de ahí que se necesiten varias sesiones para eliminar definitivamente el pelo. El número de sesiones necesarias dependerá además del tipo de pelo, de la zona concreta de que se trate.
Al ser una luz mucho más precisa que la de otras técnicas de depilación, como es el caso de la fotodepilación cuya luz se desplaza en todas las direcciones, nos permite actuar directamente sobre la raíz del pelo, sin que esta sea absorbida por la melanina de otras zonas de la piel, siendo más eficaz a la hora de destruir el pelo de manera definitiva y evitando la aparición de posibles efectos secundarios (quemaduras, hiperpigmentaciones, etc.).
Teniendo en cuenta que la tecnología láser elimina los pelos que contienen color (melanina), la cual es la célula diana, cuando tenemos pelos ya muy debilitados por el propio proceso de depilación o en el caso del pelo blanco, será necesario terminar los tratamientos con depilación eléctrica, obteniendo así unos resultados excelentes en cualquier parte de la cara y del cuerpo.