Son arrugas gravitacionales que aparecen progresivamente en el tercio inferior de la cara, a la altura de la comisura de los labios, y que terminan dibujando una línea descendente en forma de paréntesis hacia el mentón. También son conocidas como “líneas o pliegues de la amargura”, porque dan una expresión de tristeza al rostro y envejecen la sonrisa.
Inicialmente aparecen como finas y pequeñas arrugas a ambos lados del labio, denominadas comisuras labiales, que hacen que la sonrisa pierda su horizontalidad cayendo ligeramente hacia abajo. Con el paso del tiempo estas arrugas se van agravando haciéndose más profundas y alargándose hacia los lados del mentón, y es lo que se conocen como “líneas de marioneta” porque nos recuerdan a estos muñecos o “sonrisa de payaso”.
Uno de los principales motivos de su aparición además del propio envejecimiento de la piel, es la repetición en el tiempo de expresiones faciales de la musculatura de la zona peribucal (músculos orbiculares del labio) y músculo mentoniano, responsables de que se aprecien tempranamente incluso en estado de reposo.
Como ya hemos dicho, las líneas de marioneta aparecen principalmente a causa del envejecimiento, responsable de que la piel de esta zona disminuya sus niveles naturales de colágeno y elastina, de la pérdida del componente graso, y de la reabsorción del soporte óseo. También influyen otros factores, como es la exposición a los rayos ultravioleta del sol, el tabaquismo, los cabios bruscos de peso y la genética.
No podemos olvidar que su aparición está directamente relacionada con la flacidez del tercio medio del rostro, a nivel de pómulos, cuyos compartimentos grasos se van desplazando hacia abajo y hacia adelante, los paquetes musculares van perdiendo su fuerza y la estructura ósea se va reabsorbiendo.
Son, dentro de las arrugas que van apareciendo en el rostro, unas de las más temidas a partir de los 40 años, y por ello son motivo de muchas consultas en el campo de la medicina estética; ya que denotan de manera muy evidente los signos de la edad y otorgan a la cara un aspecto de tristeza, cansancio y envejecimiento.