Contrariamente a lo que se piensa las arrugas no son lo que más nos envejece, sino la falta de firmeza en la piel y la flacidez que ella conlleva, siendo su tratamiento a veces uno de los caballos de batalla para la medicina estética.
El colágeno es una proteína estructural que se encuentra en todos los tejidos del cuerpo, sobre todo a nivel de la piel, y junto con la elastina son los responsables de proporcionar elasticidad, firmeza y estructura a la piel. A medida que envejecemos se va produciendo una disminución importante en la síntesis de nuevo colágeno y las fibras de elastina se van desorganizando, lo que se traduce en una piel más fina y en una pérdida de hidratación y elasticidad, con la consiguiente falta de firmeza.
Durante dicho proceso de envejecimiento se van produciendo otros cambios faciales importantes que van a contribuir en la aparición de la flacidez a nivel del tercio medio e inferior. Se producen cambios importantes en la estructura ósea de la cara sobre todo a nivel de los pómulos, maxilar superior y mandíbula, lo cual hace que ésta pierda volumen. También aparece una mayor laxitud de los diferentes músculos faciales, provocando que las partes fijas del tercio posterior del rostro se desplacen hacia la parte anterior. Y por último, se produce la migración de los paquetes grasos de las mejillas y de los pómulos del tercio medio al tercio inferior, desdibujando el óvalo facial. El resultado de todos estos cambios se traduce en la aparición de surcos en la parte anterior del rostro, pérdida de volumen en el tercio medio sobre todo a nivel de pómulos lo que hace que la cara se aplane, y en la aparición de las típicas “cocochas” en el tercio inferior del rostro con la consiguiente pérdida de definición del ángulo mandibular. Se invierte el conocido como “triángulo de la belleza”, algo que sucede más en las mujeres que en los hombres debido a la diferente estructura ósea y muscular facial, de manera que dejamos de tener el mayor volumen en el tercio medio del rostro a nivel de la región posterior del pómulo, para apreciar más volumen en la parte anterior del tercio inferior del rostro (Jowl). Este descolgamiento va a dar al rostro del paciente un aspecto triste, cansado y envejecido.
Además del paso del tiempo existen otros factores que determinarán la aparición de la flacidez facial y su gravedad, como son la sobreexposición solar responsable del fotoenvejecimiento y el consumo de tabaco; ya que el exceso de radiación solar y la mala oxigenación pulmonar por el consumo de tabaco aumentan la oxidación celular, producen deshidratación, y aceleran la destrucción de las fibras de colágeno y elastina. No podemos olvidar que existen otras causas responsables de su aparición, como es la predisposición genética del paciente, una alimentación desequilibrada y baja en proteínas, el ejercicio muy intenso y de impacto, presencia de ciertas enfermedades, el consumo de determinados fármacos, la pérdida de peso importante y brusca, e incluso la vida sedentaria.
Teniendo en cuenta todos los factores asociados, podemos afirmar que la flacidez no es algo exclusivo de la edad, y que muchas veces puede aparecer antes de lo esperado, pudiendo empezar a manifestarse a partir de los 30. Por ello, y teniendo en cuenta que corregirla a veces resulta complicado, prevenir su aparición es la fórmula más eficaz para combatirla y retrasarla.