La ojera es la zona situada entre el párpado inferior y la parte superior del pómulo, que se caracteriza por un cierto hundimiento de los tejidos y puede estar acompañada o no por una modificación del color de la piel.
La piel del contorno del ojo es muy fina y contiene una pequeña cantidad de colágeno, elastina y lípidos, por lo que es muy sensible al envejecimiento perdiendo su hidratación, elasticidad y consistencia con mucha facilidad. Con la edad esta piel se vuele aún más fina y translúcida, de manera que se hace más evidente la acumulación de melanina y de sangre en los capilares, además del cambio de volumen que se produce en la zona.
Además del envejecimiento y de la genética, existen otros factores responsables de su aparición, como son: la exposición solar sin protección, los hábitos dietéticos (consumo excesivo de sal), ingerir pocos líquidos, vida sedentaria, cambios bruscos de peso, el estrés y el consumo de tabaco o alcohol.
Las ojeras pueden ser transitorias si aparecen de forma puntual por falta de sueño o por alguna enfermedad, pero hay ojeras permanentes que normalmente tienen un origen genético, y que con los años se hacen más evidentes.
Existen diferentes tipos de ojeras, y el tratamiento de elección va a depender de su origen y de la apariencia:
- Ojeras de color azul- morado: Se deben a una dilatación y congestión de los capilares, y pueden intensificarse si el paciente tiene tendencia a una acumulación de líquidos o si los hábitos dietéticos no son los correctos.
- Ojeras de color marrón: Se deben a un exceso de pigmentación por acumulación de melanina, y suelen tener un origen familiar. Pueden hacerse más intensas debido a la sobreexposición solar sin protección.
- Ojeras hundidas: Este tipo aparece cuando la capa de grasa subcutánea se adelgaza, de manera que el espacio justo debajo del ojo se hunde más y se alarga. Están relacionadas sobre todo con el envejecimiento, la pérdida de peso, la deshidratación y la flacidez.