Una piel uniforme, sin imperfecciones tanto melánicas como vasculares denota juventud, belleza y un buen estado de salud.
Aunque el propio envejecimiento es uno de los factores responsables de los cambios que se van produciendo en las diferentes capas de la piel, existen otros que son determinantes a la hora de predisponernos a padecer los diferentes tipos de lesiones vasculares.
Con el paso de los años la epidermis (capa superficial) se adelgaza y como resultado la piel se vuelve mucho más sensible, delgada y frágil. Además, se produce una disminución del número de melanocitos (células pigmentarias) y por lo tanto su capacidad de protegernos frente a las agresiones de las radiaciones solares. También se reduce la síntesis de colágeno y elastina a nivel superficial, generando una pérdida de la resistencia y elasticidad de la piel. A nivel de dermis o capa intermedia de la piel se pierde parte de su elasticidad, haciéndose más propensa a lesionarse y a aumentar la fragilidad capilar de los vasos sanguíneos, con la consiguiente aparición de venitas o telangiectasias de menor o mayor tamaño.
El componente hereditario y la genética son factores determinantes que predisponen a padecer este tipo de patologías vasculares, pero existen otros factores extrínsecos que también juegan un papel fundamental, como son: la exposición solar sin protección, los cambios de temperatura bruscos, la ingesta de determinados alimentos muy condimentados y especiados, el alcohol, el viento, etc.