El mentón o barbilla juega un papel primordial a la hora de mantener la armonía facial y dotar al rostro, tanto de hombres como de mujeres, de equilibrio, fuerza y juventud. Un mentón excesivamente retraído puede romper la armonía facial del rostro, sobre todo a nivel del tercio inferior, siendo necesario que mantenga unas proporciones adecuadas con la nariz, los pómulos y el ángulo mandibular.
Un rostro joven representa un triángulo invertido muy marcado, denominado “triángulo de la belleza”, cuya base se sitúa a nivel medio y está representado por unos pómulos altos y anchos, y el vértice (zona más estrecha) está a nivel de una barbilla marcada y bien proyectada. Durante el envejecimiento este triángulo se invierte, de manera que la base se sitúa en el tercio inferior de la cara desdibujándose la línea mandibular, y el vértice a nivel del tercio medio, estrechándose. En todo este proceso tiene un papel fundamental el mentón, ya que si éste mantiene un volumen, un ángulo y una proyección adecuada, el descolgamiento será mucho menos acusado a pesar del paso de los años.
La pérdida de proyección y de definición del mentón se produce por una disminución de la síntesis de colágeno y elastina a nivel de la dermis, por una pérdida del compartimiento graso lateral y por una reabsorción ósea; lo cual hace que éste pierda fuerza, se arrugue, se caiga y se retraiga. Además, en algunos pacientes puede ir acompañado de la papada o doble mentón, lo cual va a hacer que se pierda aún más la continuidad del óvalo facial y que la estética del cuello también cambie. En otras ocasiones nos encontramos con mentones arrugados o “empedrados”, con una línea mentoniana muy profunda, en muchos casos duros y con un aspecto de “bola”, que son debidos a una fuerza excesiva del músculo del mentón, lo cual provoca una elevación del labio inferior que a su vez hace que bajen las comisuras de la boca dando un aspecto de sonrisa triste.
Aunque el paso de los años es el principal responsable de todos estos cambios, existen otros factores que también influyen negativamente, como son: la propia genética y morfología del paciente (retrognatia o mentón retraído), sobreexposición solar, contracciones musculares repetidas del mentón, el consumo de tabaco, etc.