El objetivo de esta técnica es redefinir el borde labial recuperando la forma natural de los labios.
El labio superior es menos carnoso y un poco más largo que el inferior, del que sobresale un poco hacia adelante, y con un pequeño surco en el centro (filtrum), que le confiere su forma característica de “m” abierta y aplastada. Los dos repliegues del “filtrum” son los pilares del labio y se van estrechando a medida que suben a la base de la nariz. En el centro del surco del filtrum, el labio se proyecta ligeramente hacia afuera como si se tratase de la proa de un barco (tubérculo). El contorno del labio inferior se asemeja a una “w” abierta, con dos pequeñas masas ovales que parten del centro hacia los lados para formar los brazos de la w, mientras que en el centro del labio se hunde para albergar el tubérculo del labio superior.
Unos labios jóvenes son aquellos que presentan unos bordes muy bien definidos, con una línea alba presente (borde labial blanco), un arco de Cupido bien delimitado (en forma de V) y un filtrum marcado que proyecta el labio superior ligeramente hacia adelante. Con el paso de los años los labios van perdiendo su definición, su hidratación y su tersura, lo que hace que se desdibuje la sonrisa y que parezca envejecida; ya que el borde labial actúa a modo de soporte evitando en cierta medida que puedan aparecer las arrugas verticales del labio superior o “código de barras”. Además, cuando somos jóvenes este espacio entre la nariz y el labio superior es corto y el labio superior tiene más volumen, pero a medida que envejecemos el filtrum se va alargando provocando que el labio superior se haga más fino.
Esta pérdida de definición del borde labial en ocasiones puede aparecer antes de lo esperado, ya que pueden darse otros factores como: la genética del paciente y su calidad de piel, estructura facial, sobreexposición solar, consumo de tabaco, dieta desequilibrada y ausencia de vitaminas, falta de cuidados específicos, etc.