Las manos son uno de los más fieles indicadores de la edad de los pacientes, incluso aunque la cara esté bien cuidada y parece más joven.
Es muy frecuente centrarnos en tratamientos para la cara y a veces descuidamos otras zonas de nuestro cuerpo como son el cuello, el escote y las manos, las cuales están también muy expuestas a las agresiones externas y requieren de cuidados especiales.
Debido a esa falta de cuidados específicos cada vez más apreciamos un envejecimiento prematuro de la piel de las manos en mujeres jóvenes, de entre 30 y 35 años, ya que además de su gran exposición a las agresiones externas, con el paso de los años su piel tiende a hacerse más fina y laxa, y las estructuras destacadas como los huesos y las venas se hacen más prominentes dando lugar a un aspecto envejecido.
Durante el propio proceso de envejecimiento se van produciendo una serie de cambios estructurales de las diferentes capas de la piel, con la consiguiente atrofia de los tejidos blandos y la reducción de la densidad del tejido conectivo. Además, la disminución de la síntesis de ácido hialurónico y la desorganización de las fibras de colágeno y elastina del tejido conectivo, se traduce en una deshidratación, una pérdida de elasticidad de la piel y la aparición de arrugas finas. Todo esto puede verse acompañado de manchas solares como son los lentigos solares o seniles debido a una sobreexposición solar sin protección, y la aparición de rojeces y capilares dilatados por el afinamiento de la piel y las agresiones externas.