Contrariamente a lo que se piensa, las arrugas no son las únicas responsables de mostrar los efectos del paso de los años; sino que es la pérdida de firmeza y la falta de definición del óvalo las auténticas responsables de poner en evidencia los cambios que van sucediendo en nuestro rostro.
A veces el óvalo facial del rostro junto con el cuello son los grandes olvidados, porque no están en la primera línea del campo de visión y probablemente porque en el fondo somos conscientes de que son difíciles de tratar. Por ello es importante, más que nunca, llevar a cabo tratamientos preventivos que eviten o retrasen su descolgamiento.
Cuando somos jóvenes nuestro rostro delimita un triángulo invertido o “triángulo de la belleza”, de manera que los pómulos están perfectamente marcados siendo la base de dicho triángulo, y aportando el mayor volumen a nivel del tercio medio del rostro. La cara se va estrechando hacia el tercio inferior a medida que nos acercamos a la barbilla, que delimita el vértice del triángulo, donde la línea mandibular y el mentón están correctamente alineados dando una sensación de continuidad. A partir de los 40 años e incluso antes, según la genética de cada uno, se van produciendo una serie de cambios importantes como es la disminución de la síntesis de proteínas estructurales de calidad (colágeno y elastina), los ligamentos retenedores van perdiendo su firmeza, los compartimentos grasos van migrando hacia el tercio inferior y la estructura ósea que da soporte al rostro también se modifica. La suma de todo esto hace que “el triángulo de la juventud” se invierta, y que la zona de máxima proyección del rostro ya no esté a nivel del tercio medio, sino a nivel del tercio inferior. En definitiva, la cara se desplaza hacia abajo y hacia adelante, de manera que se pierde volumen a nivel de mejillas porque la almohadilla malar migra, los pómulos pierden su volumen natural y los ligamentos ceden, haciendo que se marquen más los surcos nasogenianos y las comisuras labiales. El resultado final es que se desdibuja el óvalo facial apareciendo el temido jowl, vulgarmente conocido como “cococha”, que no deja de ser grasa localizada que se ha ido desplazando y que se acumula a ambos lados de las líneas de marioneta, dando al rostro un aspecto triste, cansado y envejecido.
Y aunque el envejecimiento sea el principal responsable de su aparición, existen otros factores que pueden afectar negativamente, como son: la genética, la sobreexposición solar, el tabaco, los hábitos alimenticios, el sobrepeso, el ejercicio intenso de impacto, etc. Para que el resultado sea mucho más eficaz y natural, es importante hacer una medicina preventiva y evitar o retrasar su aparición.